Había una vez un país llamado España donde todo era genial. Era un país gobernado por un simpático y entrañable presidente conocido como Zapatero (del marketing: ZP) que presumía abiertamente de progreso y bienestar. Un país donde la democracia se preocupaba de todos y no permitía la existencia de ninguna desigualdad o injusticia.
Tan perfecto era este país que sus gentes, plurales y trabajadoras, gozaban de enormes condiciones de vida. Estas gentes tenían el privilegio de poder vivir con sus padres hasta los 30 años cómodamente sin preocupaciones (la mayor tasa de emancipación de la Unión Europea). Luego, una vez finalizados los estudios y tras encontrar un trabajo estimulante (camarero o reponedor), los habitantes de este país, podían empezar a pagar una hipoteca hasta la edad de la jubilación. Una hipoteca que no podrán abandonar durante 45 años. Para hacer frente a esta situación, cada mes, aproximadamente el 80 % de la población, con algo de suerte gozaban de la estupenda y redondísima cifra de 1.000 euros mientras que el resto (20%) se forraba. El orgullo de formar parte de ese 80 %, era latente en todas partes. En las fábricas, oficinas, restaurantes y obras, todos los trabajadores descorchaban diariamente botellas de cava (catalán) para celebrarlo. ¡Que importaba los interminables horarios de trabajo donde la vida familiar y laboral era totalmente inconciliable!. Tampoco importaba sufrir la precariedad laboral en el trabajo porque ello te permitía acudir al fabuloso sistema sanitario público, donde ilusionado podías encontrarte de nuevo con aquel antiguo vecino que hacía años que no veías y charlar con él durante 6 horas en la sala de espera, sin ni siquiera una revista para leer. Vivían tan alegremente todos estos ciudadanos que no les importaba viajar cada día en la mejor red ferroviaria de Europa (con más quilómetros de alta velocidad que ninguna). De Vilanova a Barcelona en tan sólo 2 horas y media. Aquello era una experiencia inigualable en el mundo occidental. Pero cabe remarcar que nada de esto sería posible si obviáramos nuestro sistema educativo con unas más que aseguradas salidas laborales y un nivel de inglés perfecto para atender a todos los turistas que nos han situado como el segundo país del mundo más visitado del mundo. ¡Que orgullosos estaban todos de vivir en el país de las maravillas!
Sin embargo, todo aquel fantástico sistema estaba amenazado por una malvada criatura que provenía de la extrema derecha. Era una persona muy conservadora, extremista y con unos amigos muy malos. Por ello, todos sus ciudadanos acudían cada 4 años muy ilusionados a las urnas a votar al socialismo más ÚTIL del mundo entero, no fuera ser que el lobo destruyera el fantástico país de las maravillas donde todos vivían alegremente.
CONCLUSiÓN:
Elegir entre lo malo y lo menos malo, no es una elección que estimule en exceso. Estoy seguro que a la mayoría del 80 % de la gente que he citado en mi estrambótico cuento, tampoco. El 9 de marzo, si aún conservas una mínima ilusión por la política (es complicado) y aún crees que puedes cambiar las cosas, sé exigente, no votes ÚTIL. Ese sí que es un voto que no servirá para nada.
Tan perfecto era este país que sus gentes, plurales y trabajadoras, gozaban de enormes condiciones de vida. Estas gentes tenían el privilegio de poder vivir con sus padres hasta los 30 años cómodamente sin preocupaciones (la mayor tasa de emancipación de la Unión Europea). Luego, una vez finalizados los estudios y tras encontrar un trabajo estimulante (camarero o reponedor), los habitantes de este país, podían empezar a pagar una hipoteca hasta la edad de la jubilación. Una hipoteca que no podrán abandonar durante 45 años. Para hacer frente a esta situación, cada mes, aproximadamente el 80 % de la población, con algo de suerte gozaban de la estupenda y redondísima cifra de 1.000 euros mientras que el resto (20%) se forraba. El orgullo de formar parte de ese 80 %, era latente en todas partes. En las fábricas, oficinas, restaurantes y obras, todos los trabajadores descorchaban diariamente botellas de cava (catalán) para celebrarlo. ¡Que importaba los interminables horarios de trabajo donde la vida familiar y laboral era totalmente inconciliable!. Tampoco importaba sufrir la precariedad laboral en el trabajo porque ello te permitía acudir al fabuloso sistema sanitario público, donde ilusionado podías encontrarte de nuevo con aquel antiguo vecino que hacía años que no veías y charlar con él durante 6 horas en la sala de espera, sin ni siquiera una revista para leer. Vivían tan alegremente todos estos ciudadanos que no les importaba viajar cada día en la mejor red ferroviaria de Europa (con más quilómetros de alta velocidad que ninguna). De Vilanova a Barcelona en tan sólo 2 horas y media. Aquello era una experiencia inigualable en el mundo occidental. Pero cabe remarcar que nada de esto sería posible si obviáramos nuestro sistema educativo con unas más que aseguradas salidas laborales y un nivel de inglés perfecto para atender a todos los turistas que nos han situado como el segundo país del mundo más visitado del mundo. ¡Que orgullosos estaban todos de vivir en el país de las maravillas!
Sin embargo, todo aquel fantástico sistema estaba amenazado por una malvada criatura que provenía de la extrema derecha. Era una persona muy conservadora, extremista y con unos amigos muy malos. Por ello, todos sus ciudadanos acudían cada 4 años muy ilusionados a las urnas a votar al socialismo más ÚTIL del mundo entero, no fuera ser que el lobo destruyera el fantástico país de las maravillas donde todos vivían alegremente.
CONCLUSiÓN:
Elegir entre lo malo y lo menos malo, no es una elección que estimule en exceso. Estoy seguro que a la mayoría del 80 % de la gente que he citado en mi estrambótico cuento, tampoco. El 9 de marzo, si aún conservas una mínima ilusión por la política (es complicado) y aún crees que puedes cambiar las cosas, sé exigente, no votes ÚTIL. Ese sí que es un voto que no servirá para nada.
1 comentario:
¡Bravo!
No esperaba menos de ti, y deseo que esto no vaya a menos. Que sigas argumentando, dando guerra y teniendo ideas brillantes. Porque quedan pocos de aquellos que "gozáis" o "sufrís" un dos en vustra edad, que sean y digan tanto como tú.
Bienvenido
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